Seres mitológicos y elementales: Un paseo mágico. (Parte 1)

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha sentido que no camina sola. Antes de que la razón dominara nuestros relatos, el mundo estaba poblado por presencias sutiles: seres mitológicos, espíritus elementales y fuerzas de la naturaleza que daban sentido a los misterios del día a día. Hoy, aunque vivimos rodeados de tecnología y certezas, todavía buscamos esa chispa ancestral que conecta nuestro mundo con lo invisible. Este artículo es una invitación a recuperar ese vínculo. Un viaje sencillo y mágico para comprender quiénes son estos seres, cómo se relacionaban con los elementos y por qué aún hoy despiertan tanta fascinación. A través de mitos, simbolismos y pequeñas enseñanzas antiguas, exploraremos un universo donde la naturaleza tenía voz y el ser humano escuchaba.

DEIDADES Y CURIOSIDADES

Maria Elena

11/29/202511 min leer

Cuando el mundo aún susurraba magia

Ay, bruji, si supieras… antes de que existieran los móviles, el WiFi y esas prisas que llevamos encima, la gente vivía con la sensación (muy real para ellos) de que la Naturaleza estaba viva, que tenía humor, carácter y hasta berrinches.

Para ellos era como si fuera una vecina más. Y como toda vecina, tenía sus habitantes. Esos habitantes eran los elementales y seres mitológicos: espíritus del bosque, duendecillos muy suyos, damas acuáticas, guardianes del fuego y del viento…

En realidad, eran la manera que tenía la gente antigua de explicarse por qué las cosas pasaban como pasaban. ¿Un ruido en el desván? Trasgu. ¿Una planta que sanaba? Ninfa. ¿Un viento repentino? Algo había molestado al elemental del aire.

Y mira, por mucho que ahora nos guste racionalizarlo todo, algo de esa magia sigue latiendo. Basta con mirar un bosque en silencio para sospechar que no estamos solos.

¿Quieres saber algo más de esos seres?

¡Vamos allà!

Los Gnomo: los “manitas” elementales de la Tierra

Los gnomo, esas criaturillas discretas, más conocidas en la epoca medieval como gnomi o gnomes, eran para los antiguos los guardianes y trabajadores secretos del elemento Tierra.

No esperes que te saluden: ellos están a lo suyo, cuidando minerales, moviendo raíces y vigilando que no hagamos demasiadas tonterías con el suelo que pisamos.

Su origen está en la tradición alquímica europea, especialmente en los textos de Paracelso, que ya en el siglo XVI clasificaba a los elementales en cuatro grupos: gnomos (tierra), ondinas (agua), sílfides (aire) y salamandras (fuego).

Relación de los Gnomo con la magia antigua:
Los magos y alquimistas creían que los gnomos podían guiarles para encontrar minerales, tesoros o conocimientos ocultos sobre la tierra. Y oye, tanto insistieron que muchos mineros medievales dejaban pequeñas ofrendas para ellos.

Relación con la magia actual:
Hoy, quienes practican wicca, druidismo o paganismo moderno los consideran espíritus protectores del hogar, del huerto y de la estabilidad. Vamos, que son como los “administradores” mágicos del orden terrenal.

Las Ninfas: espíritus naturales con mucho carácter

Estas son mis preferidas y por ello vamos a hablar de ellas un poco más.

Antes de meternos en cada una, te cuento un detalle importante: las ninfas, en la tradición griega, no eran diosas ni simples fantasías poéticas. Eran espíritus de la naturaleza, femeninos, bellos, poderosos y vinculados a un lugar concreto.

Había ninfas del agua, de los bosques, del mar, de las montañas, de los fresnos, de las nubes, de las noches profundas e incluso de los pozos antiguos… ¡un catálogo para todos los gustos!

Pero entre todas, cuatro destacaron durante siglos en poemas, mitos y rituales: nuestras protagonistas de hoy.

Náyades: las guardianas del agua dulce

Las Náyades vivían en ríos, lagos, manantiales y fuentes. Para los antiguos helenos, donde había agua dulce había vida, sanación y bendición.

Se decía que estas ninfas cuidaban el agua como si fuera su propio hogar, porque lo era, y podían traer fertilidad a los campos o incluso inspiración a los artistas.

Eso sí, también eran muy suyas: si alguien contaminaba su agua… bueno, digamos que las Náyades sabían hacerse respetar.

En la magia antigua: se les ofrecían pequeñas ofrendas cerca de manantiales para pedir claridad emocional o buena salud.
En la magia moderna: se las invoca como arquetipos de limpieza, fluidez y renovación

Nereidas: las hijas del mar

Las Nereidas, hijas de Nereo, eran las ninfas del mar. Representaban tanto la calma del océano como su fuerza imparable.

A veces guiaban a marineros perdidos entre las olas, y otras veces jugaban como niñas en la espuma. Los griegos las imaginaban hermosas, brillantes y con un carácter tan profundo como el azul del mar Egeo.

En la magia antigua: se buscaba su favor antes de emprender viajes marítimos.
En la magia moderna: representan el movimiento, los ciclos emocionales y la conexión con lo profundo.

Dríades: las almas antiguas de los árboles

Las Dríades son las ninfas unidas a los árboles, especialmente los robles. Para los antiguos, cada árbol tenía un espíritu, un alma viva que respiraba con las estaciones.

Estas ninfas eran protectoras del bosque: si su árbol sufría daño, ellas también. Por eso se consideraban guardianas sagradas de lo verde.

En magia antigua: los bosques eran lugares de respeto absoluto, fuentes de sabiduría y protección.
En magia moderna:
las dríades simbolizan el enraizamiento, la estabilidad y el crecimiento personal.

Oreades: las ninfas indomables de las montañas

Las Oreades vivían en montañas, riscos y cuevas. Se las imaginaba fuertes, libres, rápidas como el viento y algo salvajes.

Eran compañeras de Artemisa, la diosa de la caza, y representaban lo sagrado de las alturas: el silencio profundo, la soledad que cura y la inmensidad que pone todo en perspectiva.

En magia antigua: se honraba a las montañas como lugares donde los dioses podían hablar.
En magia moderna: simbolizan fuerza interior, superación y claridad mental.

Magia antigua y magia actual: cómo se conectaba con ellas

En la antigüedad nadie “invocaba” ninfas a la ligera como ahora se hace en redes sociales. Más bien, se respetaba su territorio: ofrendas en fuentes, pequeños rituales en bosques, silencios reverentes en las alturas.

Hoy, quienes practican espiritualidad natural suelen conectar con ellas como arquetipos elementales. Un lenguaje simbólico más que literal, pero igual de poderoso:

  • Náyades → limpieza emocional

  • Nereidas → movimiento y adaptación

  • Dríades → estabilidad y crecimiento

  • Oreades → fuerza interior y claridad

Vamos, un departamento de recursos naturales entero.

Relación con la magia antigua:
Los griegos creían que una ninfa podía bendecir un manantial o enfadarlo, que podía inspirar a un poeta o provocar un desvarío amoroso.

¡Y menuda fama tenían con los héroes mitológicos!

Relación con la magia actual:
En prácticas neo-paganas suelen verse como energías femeninas asociadas a la inspiración, la creatividad y la sanación.

Muchos rituales modernos en bosques o ríos hacen referencia a ellas, aunque de manera simbólica.

Trasgus: los duendecillos asturianos que te ordenan… desordenando

Ay, los trasgus. Si no crees en ellos, seguro que al menos te ha pasado que se te pierde una cosa y después aparece en un sitio evidente. Pues mira, eso es sello de autor.

Origen:
Forman parte del folclore asturiano y cántabro desde hace siglos.

Se les describe como pequeños, traviesos, con un agujero en la mano izquierda (lo cual hace imposible que carguen objetos que les ofrezcas.

¡y sin embargo lo intentan!

Relación con la magia antigua:
Los Trasgus no eran invocados ni venerados; simplemente eran uno más en la casa. Las familias aceptaban que vivían allí y punto.

Se dejaban ofrendas pequeñas para tenerlos contentos, sobre todo leche, pan o cosas dulces.

Relación con la magia actual:
Muchos practicantes de magia de hogar kitchen witchery, (que es una forma de cocinar a partir de la conexión con la naturaleza, los sentidos, las creencias y la conversación con las ancestros) ven en el trasgu un arquetipo de energía doméstica: el espíritu travieso que recuerda que el hogar tiene vida propia.

Así que cuándo algo te desaparezca misteriosamente, cuándo ya hayas perdido la paciencia y ¡zas!, aparezca justo donde habías mirado tres veces. "Recuerda, ese el sello inconfundible de un trasgu", su pequeña travesura para recordarnos que la magia y los duendes bromistas, siguen muy vivos entre nosotros.

Seres del Aire: Silfos y criaturas del viento

Si alguna vez has notado una ráfaga de inspiración repentina, igual te la ha regalado un silfo.

Los silfos, según Paracelso, son seres del aire: ligeros, rápidos, casi invisibles. Son los mensajeros del viento, los que mueven ideas, pensamientos y creatividad.

Se asocian a la mente, la imaginación y el movimiento.
Vamos, que si tienes un bloqueo creativo, igual te conviene incensar un poquito y pedirles ayuda.

Usos de los Silfos en la magia antigua

  • En la alquimia y el hermetismo, los silfos eran los espíritus elementales del Aire, encargados de mantener el equilibrio y pureza de este elemento.

  • Se los asociaba con el movimiento del viento, las nubes y las corrientes aéreas, actuando como fuerzas sutiles de la naturaleza.

  • También se decía que influían en la claridad mental y la inspiración, porque el aire era el elemento de la mente. Por eso, poetas, filósofos y artistas podían ser “tocados” por estos espíritus del aire en sentido simbólico.

Usos de los Silfos en la magia actual

  • Hoy se usan principalmente como arquetipos energéticos, no como seres literales.

  • Su energía se invoca para trabajos relacionados con:

    • Creatividad e inspiración (escritura, arte, ideas).

    • Claridad mental y resolución de bloqueos.

    • Ligereza emocional y cambio de perspectiva.

    • Purificación energética del ambiente, usando aire, ventilación o sahumerios como símbolo.

    En meditación o rituales, representan lo sutil, lo mental, lo intuitivo y la apertura a nuevas ideas.

Seres del Fuego: Salamandras y espíritus ígneos

Y ahora vamos con las más intensas del grupo.

Las salamandras, en la tradición alquímica, no tienen nada que ver con el anfibio real.
Son espíritus puros del fuego: pasión, transformación, energía viva.

Representan:

  • coraje,

  • impulso,

  • renovación,

  • purificación.

Perfectas para rituales con velas, cambios de ciclo o cuando necesitas darle chispa a tu vida.

Estas criaturas han sido recicladas muchas veces por movimientos ocultistas como la Teosofía, la Magia del Caos o el neopaganismo, que las interpretan de forma más energética que literal.

Usos en la magia antigua (tradición hermética y alquímica)

  • Las salamandras eran vistas como las fuerzas invisibles que habitaban y sostenían el fuego, desde una vela hasta una hoguera.

  • En la alquimia se relacionaban con la transformación, porque el fuego era el gran agente que convertía una sustancia en otra.

  • Su simbolismo se utilizaba para trabajos de purificación, tanto material (quemar impurezas) como espiritual (eliminar “lo viejo”).

  • Eran consideradas aliadas en procesos que requerían valor, decisión y potencia, porque el fuego “anima” y “activa”.

Usos en la magia actual (neopaganismo, magia del caos, teosofía)

  • Hoy se interpretan como energías arquetípicas, (esas energías que manifestamos cuando estamos comprometidos en alcanzar una meta, un propósito, un objetivo), más simbólicas que literales.

  • Se utilizan en trabajos relacionados con:

    • rituales con velas, para dar fuerza, protección o impulso;

    • cambios de ciclo, porque encarnan la energía de “quemar lo viejo para abrir paso a lo nuevo”;

    • pasión y motivación, en proyectos creativos o personales;

    • limpieza energética, especialmente cuando se busca transformación profunda.

    En meditaciones o prácticas modernas se conectan con la idea de encender la voluntad interna: ese fuego interior que te pone en marcha.

¿Qué papel tenían estos seres en la magia antigua?

En la Grecia y Roma clásicas, se hacían ofrendas a ninfas, a espíritus del bosque (los llamados daimones) o a genios del hogar.
En
la alquimia medieval, se hablaba de los elementales como fuerzas imprescindibles para comprender la naturaleza.
En
la brujería europea tradicional, había mucho respeto (y algo de miedo) hacia ellos: no se les invocaba a la ligera.

Y en España, además de los trasgos, tenemos mouras, xanas, duendes caseros… todos ligados a la naturaleza, las casas y los paisajes.

¿Y hoy? Que papel tiene la magia elemental en el mundo moderno

Aunque hoy tenemos microondas y wifi, los elementales siguen ahí, solo que los entendemos de forma más simbólica y espiritual.

Muchos caminos mágicos actuales (wicca, neopaganismo, esoterismo contemporáneo) los consideran arquetipos o energías naturales con las que puedes trabajar mediante:

  • rituales con velas,

  • baños de limpieza,

  • meditación,

  • altares personales,

  • conexión con la naturaleza.

Yo siempre digo: “los elementales están en tu entorno… y también dentro de ti.”

Mini–guía práctica para conectar con ellos sin meterte en líos

Aquí no vamos a hacer invocaciones imposibles ni rituales de tres horas bajo la luna llena.
La idea es conectar con la energía simbólica de cada elemento de forma sencilla, amable y totalmente segura.
Pequeños gestos, grandes efectos.

Tierra → gnomos, duendes y espíritus terrenales

La Tierra es estabilidad, paciencia y raíz.
Puedes conectar con su energía así:

  • Plantar algo, aunque sea una maceta en tu ventana. El acto de cuidar vida vegetal es una ofrenda en sí.

  • Tocar tierra, literalmente: jardín, parque, bosque… tus manos sobre el suelo.

  • Caminar descalza sobre césped o arena para sentir la textura del mundo real bajo los pies.
    Estos espíritus responden a la constancia, no a lo rimbombante.

Agua → náyades, nereidas y seres acuáticos

El Agua es fluidez, emoción y memoria.
Puedes acercarte a su energía con:

  • Baños rituales simples, con sal o hierbas suaves, dejando que el agua se lleve el peso del día.

  • Escuchar agua corriente: una fuente, un río, incluso sonidos grabados sirven para afinar el ánimo.

  • Beber conscientemente, sintiendo cómo te limpia y te calma desde dentro.
    El Agua siempre agradece la sinceridad emocional.

Aire → silfos y criaturas del viento

El Aire es pensamiento, creatividad y movimiento.
Para sintonizarte con él:

  • Sahumar o dejar circular el aire abriendo ventanas, símbolo de renovación.

  • Respirar profundo, tres veces, despacio: parece poco, pero aclara la mente.

  • Cantar, aunque desafines; la voz es aire hecho emoción.
    El Aire es el más ligero: con poca cosa ya te contesta.

Fuego → salamandras y espíritus ígneos

El Fuego es impulso, transformación y voluntad.
Puedes honrar su energía con:

  • Encender una vela, sin más, observando cómo baila y te acompaña.

  • Escribir intenciones: el fuego ama la claridad y los propósitos directos.

  • Transformar algo simbólico: quemar un papel (siempre con cuidado) o cambiar un objeto de lugar para marcar un nuevo inicio.
    El Fuego responde a la decisión, al “aquí estoy y quiero avanzar”.

Y ya está.
No necesitas túnicas, pentáculos ni treinta nombres secretos.
Si te acercas con respeto, con cariño y con intención, la magia, la buena, la suave, la cotidiana, empieza a moverse sola.

¿Quieres verlos en movimiento? No te pierdas este video.

Conclusión:

Así que ya ves:
Los elementales no son solo personajes antiguos.
Son
símbolos vivos que representan lo que somos, lo que sentimos y lo que necesitamos.

Tal vez no los veas directamente, pero están ahí:
en la brisa que te calma,
en la vela que te guía,
en el agua que te limpia,
y en la tierra que te sostiene cada día.

Y te digo una cosa:
cuando empiezas a mirarlos con ojos nuevos… el mundo entero se vuelve un poquito más mágico.

Hasta aquí este pequeño paseo por algunos de los seres mitológicos y elementales más fascinantes de nuestra tradición y de otras culturas.
Pero tranqui, esta es solo la Parte 1.

En el próximo artículo te presentaré otros seres igual de potentes, igual de mágicos y, desde luego, igual de traviesos.
Para que sigas ampliando tu universo esotérico y conectando con la magia de la Naturaleza… paso a paso y ser por ser.

Continuará…

Maria Elena